Histórico

RAW vs. DNG

En busca del negativo digital universal

Los archivos de imagen “en crudo”, los cuales contienen la información original capturada por el sensor de una cámara antes de cualquier procesamiento dentro de la misma, se han vuelto muy populares dadas sus innatas características de mayor flexibilidad y calidad de imagen. Hasta hoy, no existía un formato estándar para esos archivos, que varían según el fabricante o el tipo de cámara. Digital Negative Specification soluciona este problema.

En su breve año y medio de vida, su aceptación entre los principales fabricantes del sector y fotógrafos profesionales está siendo realmente notoria y, por tanto, asentado las bases de un formato único y universal.

Introducción
El mundo de la fotografía digital sigue su inexorable avance ofreciendo continuamente innovadoras novedades y dispositivos con mayores prestaciones a precios cada vez más interesantes. No obstante, uno de los aspectos más paradójicos que describe lo que actualmente ocurre en el siempre cambiante mundo de la fotografía digital es que cada paso hacia adelante suele llevar aparejado algún retroceso o limitación en alguna otra faceta. Es decir, las mejoras que todas las nuevas tecnologías digitales ofrecen nos reportan sustanciales beneficios, pero también llevan aparejadas, en mayor o menor medida, algunos inconvenientes.
Obviamente, a los cada vez más numerosos fotógrafos aficionados y a los profesionales de este terreno les entusiasma utilizar y explorar todo lo que la revolución digital les ofrece, pero por desgracia la adopción de algunos avances conlleva cuestiones que superfluamente entorpecen su labor y obligan a un innecesario derroche los limitados recursos de los usuarios.
Éste es el caso del formato de archivo de imagen digital RAW propuesto inicialmente por Nikon y que posteriormente cada fabricante lo ha adoptado con variantes exclusivas de cada marca. De este modo, a sus innegables ventajas lleva asociado algunos inconvenientes de consideración. No obstante, en el poco tiempo de vida de este formato ya se ha convertido en un estándar entre los profesionales, lo cual dice mucho de las posibilidades y capacidades de la tecnología promulgada por Nikon. Sin embargo, ante el grave peligro que supone el que un único fabricante tenga en exclusividad su patenten de uso, el sector de la fotografía está buscando alternativas para que, manteniendo las innegables cualidades tecnologías de las que hace gala el formato RAW, se promocione un nuevo prototipo de archivo de imagen digital que pueda ser utilizado libremente por los distintos fabricante de hardware y software, sin tener que pagar cánones por uso o tener que guardar una obligada fidelidad a una determinada marca.

Una amenaza nada fantasma
Durante la mayor parte de la última década, que a efectos prácticos ha sido todo el período de existencia de las cámaras digitales SLR, los fotógrafos profesionales y aficionados no han sido conscientes del peligro que acechaba oculto ante la masiva adopción de la atractiva y versátil tecnología digital. Una amenaza, justificada en los inconfesables intereses de las distintas compañías por hacer que los usuarios de sus productos sigan siendo fieles a la marca, lo quieran o no, no sólo a la hora de mantener la mayor compatibilidad posible con los innumerables accesorios que suelen acompañar a toda cámara fotográfica, sino también porque puede ocurrir que no podamos visualizar las imágenes realizadas con nuestra cámara si no se utilizan las herramientas de software que proporciona cada fabricante en exclusividad. Por tanto, calificar esta conducta como amenaza no es ninguna exageración, y creo que se entenderá mejor con el siguiente ejemplo.
Imaginemos por un momento que retrocedemos unos cuantos años en el tiempo para volver a entrar en el siglo XX y que vuelves a ser un fotógrafo que trabaja con el hoy vetusto carrete fotográfico. A muchos no les costará demasiado imaginarlo, porque durante gran parte de su vida profesional han pasado muchas horas “castigados” en el “cuarto oscuro”.
Por aquel entonces, bastaba con disparar con nuestra cámara analógica cargada con película de transparencia o negativo, llevar dicha película a revelar o hacerlo uno mismo, hacer cuantas copias eran necesarias y finalmente guardar los negativos con el mayor orden y cuidado en sobres especiales antiácido, de manera que la próxima vez que algún cliente quería una nueva copia los negativos estén como el primer día. De este modo y aunque hayan pasado diez o veinte años, cuando llega la ocasión de tener que volvemos a necesitarlos tan sólo tenemos que coger nuestros negativos, ponerlos en la ampliadora y hacer una copia nueva. Además, las nuevas copias suelen ofrecer una calidad incluso mejor que las que hicimos la primera vez, ya sea porque con el tiempo nos manejamos mejor en el cuarto oscuro, porque tenemos una ampliadora nueva o porque hay mejores papeles y productos químicos.
Pero ahora imagina que en el mercado han aparecido nuevas tecnologías en el proceso de revelado que mejoran sustancialmente la calidad final de las copias y, al mismo tiempo, permiten una mayor flexibilidad en su manipulación. No obstante, para obtener estos beneficios cada fabricante de película ha introducido una serie de modificaciones de tal modo que sólo sirviera para unas ampliadoras concretas y, además, las propiedades químicas de los compuestos utilizados para tal o carrete fueran tales que sólo pudieran interactuar con las tintas y el papel del mismo fabricante.
Bajo este nuevo panorama, teóricamente más productivo y con resultados de mayor calidad, cuando regresemos nuevamente al archivo para localizar un negativo que queremos volver a imprimir, lo más probable será que, a pesar de conservar íntegro y en perfecto estado el trozo de película que metimos en la cámara, no hay manera de obtener una imagen tangible.
Más o menos, esto es lo que nos puede ocurrir actualmente si utilizamos el formato digital de imágenes RAW de nuestra flamante y portentosa cámara fotográfica digital de última generación. En síntesis, tendremos un archivo digital con una valiosa información que únicamente podrá ser procesado por nuestro ordenador si contamos con el correspondiente software proporcionado por el fabricante de la cámara o si adquirimos el “plug-in” correspondiente para nuestra habitual herramienta de edición. Naturalmente, estos accesorios no son gratuitos y su adquisición conlleva, directa o indirectamente, un sobrecoste de aquellos modelos que utilizan el formato RAW.
En resumidas cuentas un formato de indudable valor añadido para los profesionales de la fotografía y de quienes gusten experimentar con las nuevas posibilidades de la imagen digital, pero que utilización su reporta serios condicionantes y que, además, la falta de una estandarización común implica actualmente una difícil compatibilidad entre los distintos fabricantes de cámaras fotográficas y software.

RAW, un excelente formato con una pésima compatibilidad
Para los que no conozcan los numerosos beneficios asociados a la utilización de los archivos tipo RAW, vamos a tratar explicar someramente las ventajas que reporta a su adecuada y óptima explotación. Básicamente, la utilización de este formato implica que el circuito de procesamiento de imagen en la cámara digital no realiza conversión alg

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