Software antivirus para PYMES

Medicina para la red

El pasado mes de agosto, millones de ciudadanos de Estados Unidos y Canadá se vieron sumidos en el caos en que se convirtieron las grandes ciudades en las que viven, debido a un fallo en el suministro eléctrico. En los primeros momentos de confusión, los medios informativos barajaron como posible causa del fallo del fluido eléctrico los efectos de un virus informático.

La verdadera causa del apagón no fue consecuencia de un programa malicioso infiltrado en los ordenadores de las compañías suministradoras. Sin embargo, en los primeros momentos, a nadie le pareció descabellada la idea de que la vida cotidiana del norte de EE.UU. y sur de Canadá quedara paralizada por un simple programa informático. Y es que la profusión de este tipo de software y la gravedad de los daños que puede causar, han hecho que el Apocalipsis informático, que hasta hace poco se planteaba como argumento de serie B para cine y literatura, sea una amenaza real que se cierne a diario sobre todo aquello que es gobernado por un ordenador, desde el equipo que se utiliza en casa para jugar hasta los ordenadores que regulan el tráfico aéreo, controlan la producción de electricidad o las comunicaciones telefónicas, y un etcétera que será tan largo como uno pueda imaginar.

Una canción conocida
Llueve sobre mojado si de dar cifras relativas a la propagación de virus y la cuantificación de los consiguientes estragos que causan se trata. Cualquiera que maneje un ordenador, con independencia de la finalidad que le de, sabe, o al menos ha oído hablar, del peligro que suponen los virus para su buen funcionamiento. Hace algunos años, los medios de comunicación se ocupaban de los virus como una curiosidad de la informática. Tratados muchas veces no como algo pernicioso sino como síntoma de un avance vertiginoso de la tecnología que lograba unos ordenadores tan inteligentes y completos que hasta “enfermaban”, como si de otro ser vivo se tratara. En la actualidad, sin embargo, no es extraño que la alerta por la aparición de un nuevo virus, más destructivo y escurridizo que los anteriores, sea la noticia con la que los informativos televisados abren sus boletines o se dediquen páginas principales en la prensa escrita de información general. La última campaña publicitaria institucional para evitar la transmisión del SIDA, utiliza un paralelismo entre las infecciones víricas del ordenador y la transmisión del VIH humano, para concienciar sobre la necesidad de no descuidar las precauciones que evitan el contagio. Los virus informáticos han dejado de ser un problema exclusivo de los profesionales de la informática, para ser la amenaza del ordenador de cualquier hijo de vecino.
Para muchos, este planteamiento puede parecer un poco exagerado y que este artículo está redactado en un tono apocalíptico, algo subido. Para desdecir a esos pocos escépticos y convencerles de la gravedad de la amenaza que suponen los virus, bastaría con remitirles, para que les contara su experiencia, a cualquiera que haya padecido los efectos de una infección en su ordenador personal o de la empresa. O que visite cualquiera de las innumerables páginas de alerta antivirus existe en la Red. Hoy por hoy, la adquisición de un buen programa antivirus es una necesidad de primer orden y no un complemento más que se instala en el ordenador. Tan imprescindible como pueda serlo la hoja de cálculo, el procesador de texto o el correo electrónico.
Si este panorama es en el que se desenvuelve cualquier ordenador, para el ámbito empresarial los virus representan una preocupación prioritaria en la estrategia de estabilidad de la informática, puesto que la infraestructura de negocio se basa en el ordenador. Las grandes corporaciones pueden dedicar los adecuados recursos económicos, humanos y técnicos a protegerse de la amenaza vírica, con lo que consiguen una protección mejor y más efectiva que las pequeñas empresas que no pueden dotarse de esos medios de seguridad tan completos. Las pequeñas y medianas compañías, comparativamente, se encuentran en una situación más expuesta y, en consecuencia, los usuarios y administradores de estos entornos, deben permanecer más alerta porque no pueden dotarse de todos los medios deseables para mantener una adecuada tranquilidad antivírica. Una circunstancia que debe tener muy en cuenta el dealer cuando asesora a este tipo de cliente y se trata de aportar una solución realmente eficaz frente a esta amenaza.

Protección, una actitud
Con independencia de la organización, inexcusablemente, la protección frente a cualquier virus pasa por tener instalado un buen programa especializado en dar esta seguridad. Otros programas de propósito general, como los modernos procesadores de texto y clientes de correo, implementan ciertas funciones que pueden ayudar a prevenir las infecciones. Son simples mecanismos que permiten dudar de las intenciones de los códigos de macros o de anexos. Contribuyen a elevar el nivel de protección, pero nunca pueden sustituir a un programa antivirus y dar al ordenador el grado de seguridad que este software ofrece.
Ahora bien, el nivel de protección frente a virus que puede conseguirse depende directamente de la efectividad del software instalado, qué duda cabe. Sin embargo, no es una buena idea descargar toda la responsabilidad de esta crítica tarea sobre estos programas. Instalar un programa contravirus y olvidarse del asunto, conforma una actitud que está abocada irremediablemente a convertir la red en pasto de los virus. La verdadera efectividad de cualquier antivirus queda mermada si no se complementa con una actitud responsable y rigurosa de los usuarios y administradores del sistema, que en el uso del ordenador, establezcan la primera barrera que dificulte las infecciones.
Los programas antivirus ofrecen una protección reactiva frente a los virus, y éste es un axioma que siempre se ha de tener en mente cuando se diseñe una estrategia defensiva frente a este tipo de riesgo. Un antivirus es efectivo para impedir que prospere un virus en los ordenadores y eliminarlo si consigue penetrar, pero siempre y cuando el código que se quiere destruir sea conocido. Protegerse contra un código malicioso de reciente aparición sólo es posible cuando se publican las vacunas y las utilidades de limpieza apropiadas, desarrollos que suelen realizar los fabricantes de antivirus de manera rápida y eficaz. El tiempo que transcurre desde que aparece un virus hasta la implantación del remedio, es el tiempo que cualquier sistema se encuentra desvalido frente a su infección y vandalismo. Es por ello que mantener una red a salvo completamente de virus, resulta, en la práctica, una bonita quimera.
Sin embargo no es ésta una circunstancia que deba padecerse con resignación cristiana. Se puede y se debe actuar activamente para reducir el riesgo de que un nuevo virus entre en el sistema. Para ello, resulta imprescindible contar con el antivirus correctamente instalado, configurado y, por supuesto, activado sobre aquellos elementos que se deban proteger: ordenadores de usuario y los servidores de fichero y correo, principalmente. Esto protege al sistema contra el veneno conocido por el antivirus, pero no hay que olvidar que los nuevo virus aparecen con más rapidez que los famosos en la crónica social, por lo que es muy importante, crucial, mantener el programa de vacunas actualizado. Actualizaciones que se han de establecer de manera sistemática y periódica. Un antivirus sin actualizar, es

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