Histórico

Equipos multifunción (all-in-One)

Versatilidad en su máxima expresión

No cabe ninguna duda de la importancia que ya desde sus comienzos ha tenido para la industria informática, y para todo lo relacionado con ella, la reducción en el tamaño de todos sus componentes. Esta reducción, que comenzó con la invención del chip y que ha continuado incesantemente hacia la miniaturización de los circuitos y transistores que lo componen, se ha desarrollado a una escala superior con los equipos y periféricos que integran los sistemas informáticos, tal y como los conocemos en la actualidad. Los equipos multifunción, que logran reunir en un solo dispositivo el volumen y capacidades de varios de ellos, son una buena muestra de esta reducción, representando el último paso hacia la integración absoluta.

Desde que, hace ya varias décadas, los equipos informáticos irrumpieron en nuestras vidas, en nuestras tareas cotidianas y, sobre todo, en nuestros lugares de trabajo, todos nosotros, usuarios y máquinas, hemos sufrido una constante evolución que ha desembocado en la diversidad de innovaciones tecnológicas que hoy en día conocemos y que, además de otros aspectos más ociosos, han cambiado completamente nuestros hábitos laborales. Esta evolución ha mantenido una proporcionada continuidad a lo largo del tiempo, prosiguiendo incesante su frenético ritmo de crecimiento e innovación, permitiéndonos dejar atrás unos indecisos comienzos, proporcionándonos una plena confianza en el presente y brindándonos a un tiempo un esperanzador futuro.
Sin embargo, si durante esta evolución en el tiempo se han mantenido unas pautas de continuidad, ha sido, en cambio, la diversidad la que ha marcado esta transformación en cuanto a la forma se refiere. Así, la limitada capacidad de los primeros ordenadores personales permitía únicamente tareas de cálculo más o menos complejos o el proceso de edición de textos mediante unas primeras aplicaciones cuyas prestaciones distaban considerablemente de las que en estos momentos podemos disfrutar. Debido a estas limitaciones, las prioridades de fabricantes y desarrolladores estaban inicialmente encaminadas al aumento de las prestaciones, tanto de las aplicaciones como de los equipos informáticos y los periféricos que en esos primeros compases de su historia los acompañaban. Y no podemos negar que lo conseguido hasta ahora ha traspasado ampliamente el umbral de lo que algunos podíamos hace unos años llegar a imaginar. Mediante este inicial progreso, y debido al sustancial aumento de la potencia que los ordenadores han experimentado, se han multiplicado de forma espectacular las tareas que podemos realizar mediante el uso de cualquier equipo informático y, paralelamente, la complejidad de las mismas.
Originariamente, este aumento de las prestaciones sirvió para dotar a estos primeros ordenadores de capacidades gráficas que permitieron su explotación en un entorno más amigable, comenzando de este modo su aceptación en nuevos ámbitos y haciendo mucho más amena la aplicación de estas inclementes máquinas en los sectores en los que desde un principio se utilizaban. En la actualidad y gracias a la aparición de la tecnología multimedia, las aplicaciones relacionadas con la imagen y el sonido están experimentando un auge notorio en todos los ámbitos en los que la informática está presente.
Posteriormente, este aumento de las posibilidades de aplicación de la informática ha propiciado, en una segunda etapa evolutiva, la continua aparición de nuevos dispositivos que permiten realizar de forma cada vez más precisa las más diversas tareas. Sin embargo, esta constante aparición de nuevos periféricos que transitan alrededor de cualquier equipo informático, ha traído consigo inevitablemente la aparición de nuevas exigencias y la necesidad de renovadas soluciones.
Estas exigencias se encuentran divididas principalmente en dos aspectos claramente diferenciados, que precisan también de recursos de distinto tipo que permitan la armoniosa coexistencia de este elevado número de máquinas, cada una con unos cometidos y necesidades particulares, bajo un mismo entorno. Por un lado, existe la necesidad de procurar los adecuados recursos lógicos que informen al sistema de la presencia y las capacidades de los distintos dispositivos, definan los diversos protocolos de comunicación para conseguir en todo momento un adecuado funcionamiento de los mismos y encaucen debidamente la información que estos generan, así como el posterior tratamiento de esta información. Por otro lado, se hacen precisos unos apropiados recursos físicos que permitan la inclusión del dispositivo en el entorno de trabajo y consigan la conexión física de los periféricos con el equipo anfitrión. Pero, mientras que los recursos lógicos son promovidos por los propios fabricantes de los dispositivos, es obviamente el usuario el que debe conseguir para sí el espacio necesario para la instalación en su escritorio del equipo que pretenda adquirir, así como de los accesorios que éste pueda incluir. Una incesante búsqueda de un necesario recurso, como es el espacio, que en ocasiones puede resultar enormemente complicada debido a la cada vez más elevada cantidad de periféricos que pueblan en la actualidad los escritorios de un gran número de usuarios distribuidos entre una heterogénea variedad de entornos.

Integración para todos los gustos
Una vez conseguidas las prestaciones suficientes con las que satisfacer plenamente las necesidades que el creciente número de usuarios precisa, y tras haber puesto a disposición de esos mismos usuarios una multitud de nuevos periféricos con los que cubrir adecuadamente las exigencias necesarias para realizar con éxito las distintas tareas que hoy en día se llevan a cabo en los entornos más dispares, comenzó calladamente el camino hacia una nueva etapa en esta continua evolución. Esta nueva etapa apunta hacia la consecución de ese necesario recurso que es el espacio y que poco a poco se ha ido perdiendo en el camino hacia la modernidad en favor de unas mayores prestaciones.
Necesariamente, la solución a este problema pasa por la integración de los distintos periféricos en un solo dispositivo, con la ineludible condición de mantener intactas las prestaciones que los dispositivos así integrados consiguen cuando trabajan de manera autónoma. Naturalmente, esta integración no es un concepto nuevo, sino que desde hace bastante tiempo ha supuesto una práctica muy común para muchos dispositivos de diversas ramas de la electrónica. Uno de los ejemplos más comunes lo supone la integración de un televisor y un reproductor de vídeo. En un ejemplo más reciente y que, además, está consiguiendo una gran aceptación por parte de los usuarios es el integrado por una cámara fotográfica digital y un reproductor de música digital. Este tipo de integración suele darse entre dispositivos que lleven a cabo funciones análogas o en los casos en los que es posible compartir un mismo componente electrónico como, por ejemplo, una fuente de alimentación que, de otro modo, resultaría duplicado en cada uno de los dispositivos implicados en dicha integración.
Sin embargo, esta centralización lleva consigo algunos inconvenientes, relacionados en su mayor parte con las eventuales averías que pueda sufrir el equipo y que también se deberán tener en cuenta a la hora de plantearse la adquisición de unos

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