Histórico

Coste Total de Propiedad, el caballo de batalla del usuario profesional

El precio de compra de un equipo representa alrededor del 15 por ciento del coste real de un PC

Quizá para el usuario particular son sólo unas siglas sin importancia, otras más en el mundo de la tecnología, pero para las empresas y sus responsables informáticos son un quebradero más de cabeza. El TCO, como comúnmente se conoce al denominado coste total de propiedad, partiendo de las siglas de la terminología anglosajona Total Cost of Ownership, o más bien su control, es la verdadera pesadilla de los administradores de sistema, porque como todo el mundo sabe, el coste de un ordenador va mucho más allá del precio de compra.

¿Cuánto cuesta un ordenador? ¿Qué representa el precio de compra en el coste total de un PC a lo largo de su vida útil? Éstas y otras preguntas similares, que poco o nada representan para los usuarios informáticos de ámbito doméstico, presentan unas respuestas que para los administradores de redes empresariales o para los responsables de las pequeñas y medianas empresas tienen una notable importancia. De hecho, su respuesta puede ayudar a decantar la balanza por una u otra opción en el momento de comprar un ordenador. O, si no decanta la decisión, debería hacerlo.
¿Saben los usuarios profesionales que alrededor del 85 por ciento del coste de la compra y mantenimiento de un ordenador a lo largo de su vida útil depende de aspectos no vinculados con el precio de compra de la máquina? Por desgracia, en estos momentos hemos de decir que no, y de ahí que en muchas ocasiones la decisión de compra no sea la más adecuada.

El coste total de propiedad
El TCO representa no sólo el precio de compra de la máquina, que como ya hemos comentado supone alrededor del 14 por ciento del total, sino la suma de costes generados alrededor de la máquina en su tiempo de vida útil, tanto a nivel de hardware como en lo referente al software.
Tras la adquisición del equipo, éste necesita una serie de operaciones para su puesta a punto y mantenimiento que, evidentemente, generan un coste que debe añadirse al inicial. A partir de ahí, el consumo de energía, las posibles averías y cambios de elementos o ampliaciones, el tiempo que la máquina no esté realizando su labor o el tiempo que la persona responsable de su mantenimiento y correcto funcionamiento esté dedicándole, son otra serie de costes que hacen que la cuenta final se incremente, por lo que decidir la compra de una máquina por su precio de venta es como juzgar una hora por sus primeros cinco minutos.
Aspectos como la facilidad de cambio de elementos, el empleo de herramientas que permitan minimizar el trabajo de revisión y mantenimiento, menguar el consumo energético o reducir en lo posible las posibilidades de avería, son algunos de los aspectos en los que los fabricantes trabajan en pos de reducir el TCO.

La actualización, una necesidad empresarial
Muchas empresas, y existen estudios independientes que se encargan de demostrarlo, sólo piensan en cambiar un ordenador o alguno de sus elementos en el momento que falla. ¿Para qué vamos a cambiar el PC si todavía funciona?
De hecho, según un reciente estudio de Meta Group, publicado a comienzos de este año, el cincuenta por ciento de las empresas con una base instalada con una vida superior a tres años, sólo reemplaza los componentes averiados.
La respuesta que se dan a sí mismos o a los que tratan de convencerles de que es necesaria la actualización de los equipos es que el prepuesto no se lo permite y que sería un coste no asumible para la empresa. ¿Están en lo cierto? La respuesta es no. Un retraso en la actualización no es sino un sinónimo de un incremento real de los costes de mantenimiento y una pérdida de beneficios.
Entre los costes crecientes se encuentran razones como el incremento de la partida de los presupuestos destinada a la asistencia y las ampliaciones de garantía, la inactividad cada vez mayor de las máquinas (algo que comúnmente se conoce como el Efecto Reloj de arena), mayores costes para realizar las mismas actividades de gestión de la base instalada, y un incremento en los fallos de seguridad, con lo que ello llega a suponer. Además, hay que añadir la menor capacidad de gestión, el decrecimiento de la productividad del empleado, así como la pocas posibilidades de incorporar nuevas herramientas o aplicaciones en la máquina. Volviendo al citado informe de Meta Group, las empresas que migran a nuevas plataformas como Windows XP o, incluso, Windows 2000 experimentan hasta un cincuenta por ciento de reducción de las llamadas a centros de ayuda por problemas con el sistema operativo, un aumento en la satisfacción de los usuarios y una reducción de los costes de funcionamiento del 10 por ciento o superior.
Todo esto, lo que viene a significar, es que los costes asociados a la máquina se extienden durante todo su período de vida, e, incluso, se van incrementando a medida que el ordenador va acumulando horas de funcionamiento a sus espaldas.
Según un informe de Siemens Business Services de 2003, la curva de incidencias de un PC decrece casi hasta el mínimo una vez que la máquina ha sido instalada y configurada y vuelve a crecer a partir del tercer año, el que se considera el último de vida útil de un PC. ¿Por qué? Las razones son variadas, pero podríamos resaltar algunos tales como los fallos del hardware, los problemas con los controladores, el mayor riesgo de entrada de virus u otros fallos en la seguridad, los conflictos entre aplicaciones y los costes asociados a la finalización de la garantía o su posterior ampliación.

Plataformas estables y necesidad de actualizarse
Además de todo lo referido a los costes, existen otras razones para justificar la actualización. Las nuevas aplicaciones y tecnologías no son aprovechables en máquinas “antiguas”. Capacidades como las que ofrecen las tecnologías inalámbricas no son aprovechables en máquinas con una antigüedad determinada o, en el caso de que si permitieran su aprovechamiento, no permitirían desplegar todas las posibilidades.
Algo parecido puede aplicarse para las nuevas aplicaciones. Los recursos necesitados por las nuevas aplicaciones de interfaz gráfica cada vez más sofisticada y completa hacen imprescindible la instalación de una máquina capaz de soportarlas.
Los tan manidos “parches temporales” no hacen sino incrementar la nota de gastos sin evitar la adquisición de una nueva máquina a más corto plazo del que algunos esperan.
Pero a la hora de dar el paso de la actualización, hay que tener en cuenta aspectos de los que deberíamos haber aprendido con el primer PC. Es necesario pensar en aspectos tales como la posibilidad de tener una plataforma estable que permite asegurar la viabilidad de su mantenimiento y actualización, al menos, durante el tiempo de vida útil recomendada de la máquina.
En este sentido, algunos fabricantes, entre los que se encuentra Fujitsu Siemens Computers, han decidido apostar por lo que Intel ha denominado Stable Image Program.
El anuncio de la incorporación de la tecnología Hyper-Threading en todos los procesadores Pentium 4 de Intel, orientados a clientes corporativos, llegó acompañado por la presentación de nuevos chipsets, Intel 865G y 865PE, anteriormente conocidos con el nombre clave Springdale, unos dispositivos que soportan la ya mencionada tecnología e incorporan bus de sistema a 800 MHz.
Asimismo, Intel ha comunicado que el chipset 865G es el primero del nuevo programa

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