Histórico

Barebones: hardware de andar por casa

Bajo el apadrinamiento de los productos “barebone”, la fiebre por el diseño “mini”, alias SFF, ha irrumpido con inusitada fuerza en el panorama del PC. Nueva imagen, nuevo formato y atractivas características para la plena e intensa explotación del apasionante universo multimedia, son algunas de las cualidades más notorias que presentan esta nueva gama de productos y que, además, sintonizan con los gustos y necesidades de una amplia mayoría de usuarios domésticos.

Dado que esta clase de equipos están especialmente dirigidos al mercado doméstico y dada su estrecha relación con el negocio de la distribución, no está de más conocer con cierta profundidad los detalles técnicos relacionados con estos productos. Pero antes de ponerse a dilucidar qué configuración se puede amoldar en mejor media a las necesidades de los usuarios domésticos, todo distribuidor debe tener muy claro cuál es el presupuesto del que disponen sus posibles clientes y, con arreglo al mismo, tratar de ofertar el producto que mejor se ajuste a dichas exigencias.
En principio, para configurar un ordenador en toda regla dentro la categoría de doméstico, se debe tener en cuenta el gasto medio que puede permitirse una familia o particular en adquirir esta clase de dispositivos. Si, por ejemplo, tomamos como referencia que un cliente de tipo medio suele gastarse hasta 800 euros en la adquisición de un ordenador personal, el ensamblador deberá elegir adecuadamente los componentes para que no se dispare el presupuesto. Pero si quiere que el ordenador ofrezca una mezcla adecuada prestaciones, complementos y periféricos, el precio final no bajará de los 1.000 euros.
Por otro lado, los potenciales compradores, antes de empezar la difícil búsqueda de aquel equipo que mejor sea capaz de cubrir adecuadamente las expectativas propuestas inicialmente, deben ceñirse estrictamente a un presupuesto preestablecido para no realizar un fuerte desembolso por un ordenador que exceda con mucho sus necesidades. A este respecto, no hay consumidor que no pretenda invertir lo menos posible en su nuevo equipo informático, pero sin renunciar a las posibilidades de los ordenadores de altas prestaciones. Por desgracia, un buen número de clientes se presentan demandando características y prestaciones un tanto extravagantes e imprecisas, por no decir absurdas, motivadas generalmente por un profundo desconocimiento del enorme y complejo mundo informático, y que suelen estar fundadas en las vagas y poco claras indicaciones que le ha proporcionado un supuesto entendido en la materia cercano a su círculo de amistades. Sin embargo, resulta mucho más efectivo que el usuario en cuestión se plantee seriamente cuáles serán los cometidos que quiere desempañar con su futuro ordenador personal para, de este modo, poder tener una idea mucho más concreta de los requerimientos, tanto de hardware como de software, que precisa su equipo informático. Seguramente, habrá muchos usuarios, verdaderos expertos en todo lo relativo al mundo del PC, que sepan exactamente cuáles son los componentes y prestaciones que requiere su inseparable compañero de fatigas, ya sean laborales o lúdicas. Sin embargo, una amplia mayoría de clientes carece de los conocimientos técnicos necesarios para saber delimitar con la suficiente precisión las principales virtudes y requisitos que deben caracterizar a su futuro sistema informático.
Por descontado, el canal de distribución debe tener un papel decisivo y protagonista en todo este proceso. No tanto quizá en la labor de asesoramiento al cliente final misión que corresponde a los comerciales, sino más bien en la tarea de proporcionar una amplia diversidad de componentes y productos acordes con la variada demanda existente en el mercado.

Caja y placa base, el esqueleto del barebone
Dejando a un lado las cuestiones relativas a las estrategias de negocio en el mundo distribución y entrando de lleno en los pormenores técnicos que caracterizan a los barebones de última generación, no exageramos lo más mínimo si decimos que el conjunto caja/placa base conforman la auténtica alma funcional de este tipo de equipos. Bien es verdad que esto mismo se puede decir de la gran mayoría de los equipos informáticos, dado su modular diseño y configuración. Sin embargo, en el caso de los barebones se hace todavía más patente esta apreciación, ya que atendiendo a su concepto original se prescinde de otros componentes que puedan restarle el protagonismo debido a estos elementos básicos.
Así, y pese a la teórica simplicidad constructiva de los barebones, hemos de destacar la amplia variedad de formatos y estilos, aspecto que deja entrever la gran competencia existente en este particular mercado y el creciente interés de los dealers por la distribución de esta clase de productos.
En cualquier caso, estamos ante equipos ensamblados englobados bajo la denominación genérica de Small Form Factor (SFF), que actualmente se caracterizan porque su aspecto externo se aleja un tanto del tradicional formato de caja más o menos estándar, tipo sobremesa o semitorre, para adoptar un diseño más reducido y vanguardista, mucho más propio de los modernos tiempos en los que vivimos.
En la práctica, la constitución de estos equipos gira en torno a una caja en forma de cubo en la que en su parte inferior y en posición horizontal se aloja la placa base. Ni que decir tiene que la placa base es la plataforma primordial sobre la que se integran los elementos de hardware de mayor relevancia, tales como microprocesador, chipset, o memoria RAM, mientras que la caja ofrece el pertinente alojamiento a otros componentes y periféricos de mayor contenido mecánico tales como el disco duro, la unidad óptica CD/DVD o la fuente de alimentación. Como particularidad, y acorde con las exigencias dimensionales y energéticas del nuevos barebones, la fuente de alimentación sufre una notable metamorfosis para poder ajustarse al tamaño de las nuevas cajas, al tiempo que también reduce su potencia hasta los 200 vatios o menos, valor más que suficiente para cubrir la menor demanda de energía que precisan estos compactos y ahorrativos equipos.
Por otro lado, la placa base empleada juega, como no podía ser de otro modo dado su marcado carácter estructural, un papel fundamental en las posibilidades del ordenador que se desea configurar. En este sentido, lo más habitual actualmente es encontrarnos con barebones provistos de placas base sujetas a la configuración estandarizada Flex-ATX, aunque existen otras alternativas y muchas de ellas de carácter propietario. En concreto, el modelo Mini-ITX similar a otras soluciones disponibles en el mercado, es el formato que, por el momento, presenta mayor nivel de integración y, sin lugar a dudas, un menor coste hasta la fecha. Además, dicho formato es compatible con todos los formatos superiores, por lo que este tipo de placas pueden ser montadas en cajas diseñadas para otros formatos. No obstante, en tal caso, no estaríamos aprovechando el reducido tamaño Mini-ITX y, por lo tanto, buena parte de su encanto. Independientemente de su formato, las características y posibilidades de las placas base vienen determinadas por el conjunto de procesadores que integran, familiarmente conocido por el término angloamericano chipset. Y es precisamente este punto el que hemos de observar con mayor detenimiento para saber de antemano si nuestra plataforma de hardware reúne los condicionantes

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