Intel, Moore y sus 50 años de evolución

La Ley que predijo Gordon Moore relacionada con los chips y sus procesos de fabricación sigue vigente 50 años después. Aunque las nuevas generaciones de usuarios piensen más en el uso de terminales y dispositivos móviles, los avances con los que ahora contamos están basados en el éxito de esta evolución constante.

Gordon Moore

Si hacemos un poco de historia, la Ley de Moore toma su nombre del antiguo CEO de Intel, Gordon Moore, quien predijo en 1965 que el número de transistores en circuitos integrados se duplicaría cada dos años. La mayor parte de la gente utiliza una versión modificada de esta predicción, mencionada por el ejecutivo de Intel, David House, que afirmó que el poder de computación se duplicaba cada 18 meses. Pero la letra de la Ley de Moore técnicamente sigue siendo válida.

 

Moore, tan solo estaba tratando de exponer la evolución que estaban teniendo los semiconductores año tras año, como puede verse reflejado en este artículo publicado el 19 de abril de 1965. Con el paso de los años, hemos comprobado cómo además de poderse cumplir la predicción realizada por Gordon, también ha conllevado una gran ventaja asociada a los costes de fabricación, lo que ha permitido que la tecnología llegue a democratizarse y acercarse a todos los usuarios y hogares.

 

 

En los últimos años, también hemos podido ver como las últimas generaciones desarrolladas por Intel han demostrado que el rendimiento que ofrecen los nuevos chips se ha ralentizado para centrarse en mejorar la miniaturización y optimizar la disipación térmica de los chips, valor conocido como TDP. De esta forma, es posible conseguir equipos y portátiles más pequeños y compactos que pueden prescindir incluso de disipadores y ventiladores activos para su refrigeración.

 

Aunque algunos expertos aseguran que la desaceleración en el rendimiento de los chips puede haber influido en la ralentización de las ventas de PCs, muchos otros analistas destacan la influencia que han tenido la aparición en el mercado de otras soluciones como las tabletas y dispositivos móviles, con los que es posible hacer muchas de las cosas que hace años realizábamos con un ordenador PC o portátil.

Tanto a nivel de uso doméstico, como en entornos de grandes corporaciones y centros de datos CPDs, se está apostando por el uso de chips más eficientes energéticamente hablando.

 

En las últimas generaciones hemos podido ver como a la parte del núcleo principal de la CPU se le han añadido la parte gráfica o GPU y la memoria caché. Por ello, el futuro de los procesadores debe estar en una visión unificada con altas prestaciones gráficas, rendimiento adecuado y bajo consumo de energía o valor TDP. Son los pilares básicos para permitir que la autonomía que ofrezcan los equipos actuales nos permitan trabajar con cierta despreocupación de tener que cargar la batería del equipo. El equilibrio perfecto entre rendimiento y potencia, dado que hay portátiles con chips de muy bajo consumo con los que podemos afrontar jornadas completas de trabajo, pero su rendimiento decae a la hora de tener que utilizarlo para tareas más intensas de creación de contenidos. Nos sirven para funciones algo más básicas de visualización de páginas web, algo de uso ofimático y consulta de correo.

 

 

Los 50 años que ahora cumple la Ley de Moore vienen a representar los avances conseguidos a lo largo de todo este período de tiempo, pasando del primer procesador del mundo que Intel lanzo, el chip 4004, con solo 2.300 transistores en su interior, a los actuales chip Core i7 que se encuentran presentes en los ordenadores que utilizamos a diario, con 1,4 billones de transistores en su interior. 



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